A muchas personas les encanta ver naturaleza en las calles de las ciudades, pero la mayoría de los ayuntamientos se enfocan en escoger específicamente plantas que no generen problemas. Esto suele ser común en países europeos y norteamericanos, donde existe un control extenso sobre la vegetación en el entorno urbano. El propósito suele ser sembrar árboles macho, que no se reproduzcan, y también seleccionar diferentes especies que no tengan grandes raíces y que no den frutos que puedan generar problemas para los peatones.
Esa concepción cambia en otros países, como en Latinoamérica, sin que los riesgos sean distintos. Generalmente, muchas ciudades latinoamericanas como Caracas, Ciudad de México o San José se construyeron en un entorno natural sumamente tupido. En esos casos, las ciudades ya eran realmente verdes antes de ser ciudades, y se incorporaron especies como los mangos, naranjos, mamones, aguacates, papayas y tantas otras que comenzaron a dar frutos en la ciudad.
Más ventajas que riesgos
Son pocas las personas que ven en la agricultura urbana una inclusión en los árboles urbanos, por ejemplo. Los riesgos que argumentan los ayuntamientos para evitarlos son principalmente relacionados con su mantenimiento, poda, recolección de frutos y, especialmente, protección de transeúntes ante la caída de los mismos. Pero no es frecuente que se analicen las ventajas, que son muy numerosas.
Tener árboles frutales en la ciudad proporciona beneficios como mayor belleza y estética, aprovechamiento de un espacio reducido para la siembra de alimentos y, además, puede ser una excelente fuente de ingresos propios para los gobiernos locales con la recolección de los mismos. Incluso, si no se venden, los ayuntamientos pueden repartir estos frutos a comedores sociales o personas en situación de riesgo alimenticio, lo que ahorra a su vez en la compra de alimentos para estos sectores.
Elección de árboles frutales
En el mundo del paisajismo y la siembra, existen dos vertientes que suelen actuar de manera mancomunada: la incorporación de árboles frutales nuevos, que puedan adaptarse bien al entorno ya existente, y la adaptación de árboles que tienen ya muchos años en un entorno que vendrá. La preservación de los árboles es muy importante.
Hay quienes ven poco conveniente sembrar mangos por su tamaño gigantesco, pero es ideal mantener los que ya están. Para nuevas siembras se opta por árboles más pequeños, como pueden ser los de naranjas, papayas o mandarinas.